La obra de Fernando Baena es inabarcable. Desde que llegó a Madrid en 1983 ha incursionado en todos los lenguajes, prácticas o modos de hacer imaginables: pintura, fotografía, ensamblaje, escultura, instalación, vídeo… También ha impulsado proyectos colectivos, viajes artísticos y obras en las que la línea divisoria entre la creación y la curaduría se difumina. Y ha sido gestor o curador independiente, por llamarlo de alguna manera, desde la exposición CoMA en el año 2000 en la antigua sala del Palacio de Minería de Madrid, hasta su actual desempeño como curador en Cruce. Su trayectoria aparece estrechamente vinculada a la escena alternativa de Madrid y hay pocos proyectos en los últimos 30 años que no hayan contado con su participación. De igual manera, ha estado implicado en políticas culturales, fue fundador de AMAVI en 1996, así como en movilizaciones de carácter artístico-social, por ejemplo en la Red Lavapiés o en la fundación del Centro Autogestionado Tabacalera.
No es la clase de artista que gusta al sistema, porque es imposible plegar este volumen de trabajo heterogéneo y polifacético a un discurso curatorial al uso. Al contrario. Necesitaríamos recorrerlo, caminarlo largamente, ya que de eso hablamos, para alcanzar una visión de conjunto y comprender el importante lugar que ocupa en nuestra historia local del arte. Esta “multifuncionalidad” es quizás un rasgo de nuestra generación, porque sabíamos que nadie iba a darnos aquello que no fuésemos capaces de conseguir por nosotros mismos. Figuras tan importantes como Nieves Correa, Jaime Vallaure o Democracia, antes El Perro, entre otros, también han curado, gestionado, documentado, escrito, editado, etc. para sí mismos y para otros artistas. Se trata de un tipo de creador cuyos intereses van más allá de la producción en solitario, que entiende su relación con el mundo del arte de una manera comprometida. Y pienso que esto es muy importante, porque el sistema no se puede transformar sólo desde el plano simbólico, que finalmente está definido por él mismo, sino que es necesario cuestionar todas sus dinámicas y participar en ellas de manera crítica.
Al repasar de memoria la trayectoria de Fernando, me he dado cuenta de que el andar ya ha estado presente en su obra desde hace mucho y en más de una ocasión. Al menos desde el mítico Pasillo del Ojo Atómico, 1994, que era una pieza que más que verla, había que transitarla. Más recientemente, los itinerarios sin rumbo aparente de Marianela León y el asno en el vídeo Por boca de asno, dentro del proyecto Asnología.
El proyecto que nos ocupa, Andar al alba, tiene por tanto raíces profundas. En las primeras páginas su autor nos explica que este libro es fruto de una huelga creativa: durante el confinamiento, y ante la presión de los medios para que gastásemos nuestras energías en algo creativo, él decidió no hacer arte, no producir nada, “a no ser que consideremos el mero caminar como una de las bellas artes”.

La verdad es que sí lo es, o al menos está legitimado como tal. Baudelaire lo introdujo en la literatura, Benjamin lo respaldó y luego los situacionistas lo formalizaron con los conceptos de “psicogeografía” y “deriva” y sus discursos revolucionarios. A partir de ahí abundan los ejemplos. Incluso hay un libro que se titula Walkscapes[1], donde este proyecto merecería estar junto a los Ground Mutation-Shoes Prints de Oppenheim, el Wrapped Walked Way de Christo y Jean Claude, o las numerosas caminatas de Richard Long, Una de ellas, A six-day walk over all roads, lanes, and double tracks inside a six mille circle centered on the Giant of Cerne Abbas[2], comparte el perímetro circular como límite arbitrario de los recorridos y el carácter exhaustivo de la exploración. Más cercano, el mismo Fernando organizó en Cruce una exposición de los itinerarios de Manuel Rufo en su Cuaderno de dibujo: una serie de paseos por el parque del Retiro que generan formas reconocibles, recogidas con un GPS y convertidas finalmente en dibujos.
Pero el que una actividad cualquiera sea arte —andar, comer, amar, cagar— depende sobre todo de la manera en que el autor negocie su ingreso en la Institución, es decir, qué ofrece a cambio de que toda esa maquinaria que es hoy el Arte lo categorice como tal. Qué residuo deja la acción que se pueda transformar en documento para engrosar el Archivo, sede de todo poder.
Fernando ya había previsto esto y lo que nos ofrece no es la documentación de su performance, por así llamarla, sino de un “reenactment”. El Andar al alba original, realizado durante el confinamiento, cuando había fuertes restricciones al movimiento de las personas, no dejó un rastro documental. No produjo nada, en sus palabras, o al menos nada más que su propia experiencia y dibujos invisibles sobre las calles de Madrid. Eso ocurrió entre mayo y junio de 2020. A partir del 16 de este último mes, decidió recorrer de nuevo los mismos itinerarios, pero esta vez armado con una cámara fotográfica. Cada día, tras la caminata correspondiente, publicaba en las redes una imagen y un fragmento de los textos que las acompañan. Muchos lo hemos seguido durante meses, hasta que se publicó el libro y pudimos acompañarlo en su extraño viaje.

No voy a entrar en más detalles de la pieza, de la que ya hablé hace pocos meses (https://antimuseo.org/2021/02/04/arte-inconfinado), sino sobre este volumen, con sus textos, fotografías y planos, editado con el apoyo del Fondo Asistencial de VEGAP y la colaboración de Ars Activus ediciones. Es un libro grande, más de 200 páginas en DIN A4. Está dividido en treinta capítulos, cuyos títulos sitúan cada recorrido en su zona. Salvo el primero, Aires de pesadilla. Las fotografías van siempre a media página o a página entera y, como ya he dicho, son buenas y nos muestran un Madrid perfectamente cotidiano e insólito a la vez. Al final hay un plano general con todos los recorridos, circular, y los planos particulares de cada itinerario.
El libro me ha gustado por varias razones. La primera porque el proyecto me parece excelente, está llevado a cabo con un rigor implacable y tanto las fotografías como los textos son muy buenos. También porque en un momento en que hay una producción artística masiva que se hace al dictado de la agenda política que instituciones y curadores imponen, da gusto ver que alguien saca los pies del plato y se atreve con una idea original, que nos devuelve de la racionalidad de la política a la riqueza de nuestra vida interior. Pero creo que me ha gustado sobre todo porque me ha hecho sentir mi ciudad de una forma diferente. La decisión de Fernando de echarse a la calle sin objetivo alguno, fuera del paseo sistemático dentro un círculo arbitrario, de no producir arte, de ponerse en huelga creativa, el abandono de un discurso previo a la creación, ha despejado su mirada y, en la medida en que el libro puede transmitirlo, también despeja la nuestra.

Aprehender el fenómeno urbano es difícil. La fotografía nunca ha sido el instrumento ideal. Aunque sirvió para crear el imaginario de la ciudad moderna —Cartier-Bresson, Berenice Abbott…—, su carácter analítico, el hecho de que sólo puede ofrecernos fragmentos, recortes de una imagen total que nunca llega a recomponerse, la hace poco eficiente para este cometido. Andar, por el contrario, nos ofrece la experiencia completa: lo que vemos, lo que oímos, lo que olemos, junto con el movimiento de nuestro propio cuerpo. Es maravilloso caminar por una ciudad desconocida y descubrir las sensaciones que nos ofrece. Y es maravilloso caminar por nuestra propia ciudad y, junto a impresiones nuevas o ya viejas, hacer el recuento de las historias que la memoria ha acumulado en su paisaje. Quizás no debamos aspirar a más, porque como Fernando nos advierte, podríamos tirar del hilo, pero a costa de deshacer la madeja. Y la ciudad es madeja, no cabe en ninguna imagen ni relato.
Por último, creo que Andar al Alba también encierra la experiencia aun insondable, pero definitiva en nuestras vidas, de la pandemia.
1 Francesco Careri. Gustavo Gili, Barcelona 2002.
2 El gigante de Cerne Abbas es una figura de gran tamaño grabada en un colina cerca de Dorchester, en el sur de Inglaterra. https://es.wikipedia.org/wiki/Gigante_de_Cerne_Abbas