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<< Primer Encuentro
DISPERSIONES NOMÁDICAS
Subalternidad y los limites del sistema de representación
liberal-burgués: la inscripción amerindia al interior
de las practicas estéticas radicales contemporáneas
y su disgregación histórica en el capitalismo como
sistema mundo.
Mariana Botey
En mi ponencia quisiera explorar la tensión
o antagonismo latente entre el desplazamiento discursivo que esta
implicado en la emergencia de una subjetividad política insurgente
alrededor de los movimientos indígenas en las Américas,
y el problema teórico que desde la critica post-colonial--y
que siguiendo a Gramsci--insiste en recordar al historiador que
debemos persistir en el esfuerzo de ser consientes de que el subalterno
es necesariamente el limite absoluto del espacio en el cual la historia
se narrativiza como lógica.
La posición estratégica que me interesa
ofrecer como lectura, es la de una practica cultural que dibuja
un horizonte donde, lo que provisionalmente podríamos llamar
dispersión o subjetivización nomádica, actualiza
una distancia critica que excede el paradigma identitario. Es decir,
una lectura que intenta desmitificar la narrativización del
proceso colonial en las Américas a contrapelo de nociones
como, ciudadanía, nación, mestizaje e inclusive hibridación,
para enfatizar el acto colonial de violenta forclusion de las civilizaciones
Amerindias y la entrada asimétrica y situacional del indígena
como subalterno al campo de la hegemonía política
moderna; argumentando que esta tensión, en su formación
como proceso histórico es, en si, una fractura o crisis funcional
en los sistemas de signos al interior del modernismo que conjura
a un nuevo vocabulario estético y político para la
revuelta.
A dos décadas de la emergencia de la critica
post-colonial, y de cara a los múltiples desplazamientos
geopolíticos en confrontación y flujo que re-dibujan
el mapa de la crisis mundial, aparece la pendiente asignatura de
trazar un análisis critico de las formas discursivas, regimenes
de poder, políticas de saber y repertorios de representación
que apuntalan las muchas dimensiones del campo de fuerzas ocluido
e implicado bajo la modernidad. Este tipo de interrogación
--que cuestiona los limites de los modos de saber; un proyecto marcado
por el eje de la teoría critica--conlleva la articulación
de que hemos tropezado con una crisis al interior del campo epistemológico
que nos alberga, es decir, se vuelve necesaria en tanto que ocupa
el espacio de intersección entre lo estético y lo
político; entre políticas de poder y los modos poéticos
que disputan y desdibujan estas políticas de poder.
La proliferación e iteración de desplazamientos
discursivos provocados por la lógica colonial, la critica
anticolonial y su explosión y refracción post-colonial,
diagnostica un espacio privilegiado para una arqueología
del poder y sus maquinas de representación. Dentro de esta
genealogía critica al interior del modernismo, México
y las republicas latinoamericanas, ocupan un emplazamiento que es
al mismo tiempo perturbado y vital; a dos siglos de las Guerras
de Independencia, el paradigma colonial lejos de desvanecerse, se
prefigura en ciclos de repetición, retorno, intensificación,
expansión: donde la maquina de guerra colonial organiza en
su lógica migratoria y dispersa, el diagrama y los múltiples
planos de dominación y crisis contenidos en la formación
del capitalismo-modernidad como sistema mundo, en el ejemplo especifico
de su encrucijada latinoamericana, y de manera refractada en múltiples
planos de otras cartografías. La excavación critica
marca el campo de fuerzas que emerge como precisamente la localización
de las zonas de disturbio generadas al interior de este paradigma
(maquina de guerra colonial) vis-a-vis su tensión dialéctica
con las practicas culturales y políticas que se forman y
regeneran como contrahistorias o contradiscursos.
En el campo del arte contemporáneo estas
zonas de disturbio han marcado el ritmo de transformación
y comunicación de importantes léxicos y vocabularios
donde la activación y potencialización de esta discrepancia-diferencia
son claves para los lenguajes conceptuales y las neo-vanguardias.
Dispersos en sus múltiples movimientos históricos
de inscripción, encubrimiento, reinscripción y trascripción,
la excavación que un proyecto de investigación de
este tipo trazaría, precisamente, la heteronimia de las fracturas
que desdibujan los mapas centro/periferia, sur/norte, colonia/metrópoli,
siguiendo las líneas de fuga que contaminan tanto las vanguardias
históricas del modernismo, como las formas emergentes de
revuelta cultural y los repertorios del conceptual político.
Estoy hablando aquí alrededor del titulo
que nos convoca a esta mesa, donde se nos ha pedido articular aquello
que se puede describir o entender como “practicas artísticas
radicales”; su constelación o carácter, desde
el emplazamiento “México”. La maquina de guerra
colonial, su lógica de representación y transmigración
es precisamente relevante en el tratar de elucidar la noción
de “una practica artística radical”, podemos
precisamente postular que la lógica y motor de la propagación
del capital se desplaza en su movimiento de expansión e intensificación
precisamente con esta maquina de guerra colonial. En otras palabras:
el orden del capital lo ha subsumido o colonizado todo; su lógica
afectando más allá de lo humano e histórico,
ha dislocado el orden natural planetario. El capital es una maquina
que se organiza y avanza bajo una lógica de guerra de colonización:
no hay pulsación síquica, subjetividad disidente,
formación histórica antagónica, genealogía
critica, dimensión sagrada o supernatural, reserva natural,
santuario de especies salvajes, código genético, sistema
de inteligencia artificial, sustancia o acto ilícito, memoria
viva , etc. que no sea susceptible a ser materia prima o mercancía
en la circulación del capital en su fase cognitiva-- la cual
contiene todas sus otras fases de manera integrada y funcional:
capitalismo mercantil, capitalismo industrial, capitalismo financiero.
Desmantelar esta maquina de guerra: separar su partes, des-activar
sus dispositivos, sabotear sus engranajes de representación,
deviene en lo que me gustaría proponer aquí como una
estrategia artística radical (aunque en la mayoría
de los casos esto no sea mas que un desplegado de intenciones, alianzas
políticas en, y del momento, situaciónamientos críticos
y por consiguiente un proyecto disgregado y fragmentario que no
entiende su proceso como regido u orientado por nociones de efectividad
hacia la construcción de una nueva y mas ‘justa’
o perfecta normatividad).
Un proyecto de este tipo pasa necesariamente por
el gesto que empuja a la historiografía hegemónica
a una crisis; por el desmantelamiento critico del orden de representación
del poder, del saber-poder, y de las formas discursivas como formas
de poder. Su eje es una excavación del subsuelo de esta historiografía
autorizada; es un entender que localiza en sus residuos, pliegues
y excesos la manera de dislocar la lógica de dominación
narrativizada como, y, en la historia; cosificada o fetichizada
como historia.
El modelo que propongo aquí es-- siguiendo
una lógica iconoclasta y entendiendo que en el caso de Hispanoamérica
la maquina colonizadora es una maquina barroca-- el de una cosificación
o fetichización critica, leyendo las practicas estética
como este espacio-momento de tensión-activación que
se objetiviza de manera precaria y transitoria en el devenir de
un proyecto que coincide con el esbozo de una contrahistoria, el
ensayo de un contradiscurso, la activación de una genealogía
secreta o clandestina.
Resulta obvio, pero valdría la pena de cualquier
manera subrayar, que lo que podemos dilucidar como ‘cosificación
critica’ tiene un déficit en presencia, o repercusión,
en el ámbito de los museos, las galerías y los circuitos
del mercado del arte en la ultimas décadas. La emergencia
política y negociación simbólica de una gramática
de este tipo es intrínsicamente invisible o clandestina a
estos regimenes de representación: sus trincheras buscan
su lugar en el campo de la confrontación política,
de la insurrección del deseo social, la barricada en la calle,
las republicas-islas piratas, la economía campesina en resistencia,
para dar algunos ejemplos. Sus signos circulan en la plasticidad
de los espacios sociales emergentes y las formas de las nuevas tecnologías,
ahí, donde, estos abren interrupciones en los aparatos de
control y disciplina, donde infligen ruido y agencian la contaminación
de mensajes, pero también, quizás, y de manera mas
insidiosa, en las formas residuales y arcaicas de estas tecnologías
e imaginarios sociales: en nuevos y viejos nomadismos; formas de
comunicación y acción directa que no son representables
y que escapan o desdibujan los repertorios establecidos de mediación.
Siguiendo la línea programática de
la articulación de las prácticas artísticas
radicales como aquellas que se originan u organizan como ‘cosificaciones
criticas’ nos permite separar estas prácticas—al
menos en términos teóricos—de la esfera (dominio)
de la representación, para claramente identificarlas o situarlas
como operativas a la esfera (dominio) de la manifestación.
Esta distinción es clave aunque sea difícil de sistematizar
en un discurso teórico sobre el arte. La diferencia critica
seria, quizás, mas fácil de trazar por conducto de
una diferencia-discrepancia histórica relevante al tema de
este ciclo de conferencias. Es decir si regresamos al emplazamiento
especifico de la formación histórica de la modernidad
originada por el proceso de colonización ibero-americano,
su producción especifica en el caso de mexicano: la lógica
singular de su maquina de guerra; la maquina barroca.
De manera esquemática podemos diagramar
la tensión-oposición que distinguen el régimen
de visualización y elocución (los repertorios retóricos)
del clásico-simbólico vis-à-vis de los repertorios
retóricos del barroco-alegórico. La diferencia-discrepancia
en juego se sitúa por un lado, entre un sistema de representación
que asume la imagen como expresión orgánica de una
totalidad o idea, es decir como ilustración expresiva del
concepto cara a cara y en confrontación con un régimen
de representación que de manera hiperbólica pone en
crisis, precisamente, la “organicidad expresiva” del
aparato de representación, al proceder, en la operación
de su montaje de fragmentos, excesos y pliegues: a “suspender”
la idea en un plano encarnado de inmanencia—es decir de manifestación—que
implota y se astilla en mil pedazos,
pedazos, que a su vez, pueden ser usados de nuevo, siempre en su
no-organicidad; es decir en su saberse artefacto, construcción
provisional, fragmento rebelde, insurrecto a la mera noción
de una totalidad a ser expresada.
Siguiendo esta distinción mínima,
podemos regresar a la excavación histórica en su caso
o modelo especifico de dominación-colonización. La
figura o emblema necesario para suplementar el diagrama de la fuerzas
en conflicto, es la emergencia de un modelo insurgente o subalterno
de subjetivizacion investido y constituido en las formas de resistencia
indígena. Sus estrategias de dispersión nomadica al
interior de la maquina de guerra, su indeleble presencia-hecha ausencia
que perturba, disturba, desactiva y hechiza o shamaniza la maquina.
Pero para ser mas precisos seria necesario que mas que un modelo
de subjetivizacion en resistencia, lo que necesitamos pensar aquí,
es un modelo de des-sujeción que se activa y re-produce en
practicas existenciales que resisten o exceden la traducción,
que precisamente bajo un manto de clandestinidad, se conjuran como
manifestación, y se pliegan al ser escamoteadas por el nuevo
régimen de representación que los Europeos de manera
absolutamente violenta imponen con la agencia y la figura de una
cruzada cristiana.
El ejemplo mas clásico en la instancia de
la maquina barroca mexicana seria el discutido meticulosamente por
Serge Gruzinski en su libro “La guerra de la imágenes”,
donde el ethos de su constitución esta marcado por el fracaso
negociado –de manera muy especifica en el caso de Tlaxcala
entre el siglo xvi y xvii—que el programa pedagógico
de los misioneros Franciscanos sufre al ser incapaz de corregir
un problema de traducción conceptual, o para ser mas exactos,
de relación apropiada (según el canon de la teología
católica) entre los ámbitos de articulación
de la religión, el ritual, y las manifestaciones políticas
de la experiencia colectiva. La maquina de guerra –como claramente
marca Gruzinski en su titulo—deviene a maquina-en-guerra:
dislocada sobre un vortex de violencia real, definida en su contenido
histórico por una inédita violencia epistémica;
donde la forclusion-interrupción de las civilizaciones mesoamericanas,
marca las pulsaciones que desorganizan y hacen inestable el sistema
de signos. El fenómeno aquí es uno de implosión,
es decir, desde adentro del orden-axis de dominación –-poder—saber,
y mas que una figura de inversión, o la alternativa figura
de un ‘afuera’, lo que se origina es una producción
fantasmatica que parasitando y des-doblando los protocolos, regimenes
y gramáticas de representación, los desmantela o deconstruye
paralelamente.
Y por razones de claridad me gustaría detenerme
en el ejemplo especifico que estoy postulando como una suerte de
“origen” a un movimiento de desmantelamiento critico
y radical del orden histórico de dominación y saber-poder
que entendemos y padecemos como modernidad. La noción de
‘origen’ es claro una ficción teórica,
de cualquier manera y entendida como tal, nos puede ayudar en la
construcción de un diagrama critico para mejor entender los
elementos que de manera encubierta se encuentran implicados desde
nuestro doble emplazamiento-desplazamiento. He mencionado la existencia
de un funcionamiento des-doblado, parasitario y fantasmatico que
es operativo al aparato de dominación-representación.
Estoy convencida de que el des-fase o momento de traducción
fallida que se da en el proceso de conversión y catequización
de las América es crucial a la emergencia de una crisis o
inestabilidad endémica en el sistema de signos. Es además
relevante a nuestro tema de discusión en tanto que es especifico
a la formación de un vocabulario visual que de hecho tiene
la doble función de apuntalar la constitución de un
nuevo orden cristiano de dominación, así como la de
articular y organizar las formas de representación de la
dimensión de lo sagrado-- como el espacio fundamental en
el devenir del imaginario colectivo. La falla cognitiva de parte
de los misioneros Franciscanos permite el agenciamiento de Otra
imaginación de lo sagrado por parte de las culturas indígenas—que
ante la inexorable catástrofe de su liquidación ocupan
la falla cognitiva de manera a la vez insurrecta y secreta.
El icono religioso barroco—la imagen como
instrumento pedagógico de conversión al cristianismo,
como ilustración que ayuda la los padres misioneros en el
arduo proyecto de catequización universal, donde la violencia
de la invasión; producción y administración
de muerte y destrucción que es el verdadero contenido histórico
de la colonización, es legitimizado como un programa de salvación
de almas, como una cruzada cristiana que busca “liberar”
a los salvajes indios de su idolatría cruel y sangrienta.
(Y aquí quiero abrir un paréntesis y apuntar que el
contenido teológico-político de la misión colonizadora
de España como la manifestación en la historia del
imperio universal cristiano, no es una fase superada por la modernidad
capitalista en sus discursos legitimadores de jerarquía política
y control económico: basta revisar el tipo de narrativa que
los intelectuales de derecha en este país, el caso mas locuaz
siendo Enrique Krauze, para darse cuenta que el trasfondo o inconsciente
narrativo que atraviesa su discurso repite exactamente las mismas
figuras: México desde esta construcción ideologizante,
no logra su desarrollo y su ya postergada entrada a la modernidad
en plenitud, no porque la modernidad carga en si una contradicción
interna que hace epidémica y necesaria la existencia de una
desigualdad y asimetría, sino porque, la misión civilizadora
de occidente no ha logrado precisamente ‘educar’ los
remanentes atávicos de la civilización indígena,
es decir ‘liberar’ a los salvajes de su idolatría
cruel y sangrienta) Entonces, regresando al ejemplo, el aparato
ideológico de dominación padece un momento de desbordamiento
o exceso en su capacidad de traducción, y es ahí donde
la maquina de guerra barroca sufre su dislocación: la imagen-icono
religioso cristiano, la cual es únicamente una ilustración
o representación que ayuda a educar y formar a los nuevos
sujetos cristianos, al producir una serie de referentes visuales
que tienen una relación cuidadosamente vigilada por los preceptos
teológicos de el mas allá y la trascendencia cristiana.
Entra en crisis con el ixiptla -- la imagen-ídolo indígena;
la cual tiene un orden que es difícil de desentrañar
desde la epistemología cristiana-occidental, pero podemos
avanzar o postular como precisamente un vehiculo no de representación,
sino de manifestación. Es decir donde la separación
entre lo sagrado y lo secular, lo histórico y lo mítico
se desdibuja en un plano de inmanencias donde la imagen es la piel
o cáscara de eso que se manifiesta en el hombre y hace a
la comunidad comunidad y a la historia historia; un proceso diferenciado
y diferenciador de la construcción de la ‘imagen’
que sin duda disturba el régimen de representación
cristiano y mas allá de este, sus legítimos herederos
históricos: la razón instrumental y el proyecto de
la ilustración.
Y Para cerrar este excavación, me gustaría marcar
la muy productiva e interesante relación que el trabajo critico
de pensadores como Walter Benjamín tienen en relación
con los materiales históricos contenidos en nuestro archivo
común. El barroco, esa pre-modernidad o momento emergente
de la modernidad, se prefigura como bien comprendía Benjamín,
como un momento clave para la constelación de una practica
de critica cultural que al interior de la ilustración busca
la ruptura, descripción y suspensión dialéctica
de la catástrofe o colección de ruinas que es la modernidad.
Ahora, lo que estoy describiendo aquí, y
que he tratado de esquematizar como una operación diferente
a la de una inversión, es sin embargo y de otra manera, una
operación que pone al mundo al revés. Lo que estoy
describiendo es como la agencia indígena—en su subalternidad,
es decir en el proceso de violenta y forzada irrupción al
plano de la historia y hegemonía política moderna
como subalterno—deviene en lo que Derrida de manera opaca
describe como: “el funcionamiento clandestino de la suplementaridad
como la inexorable lógica especulativa de la dialéctica”.
Es decir eso que agrega algo, pero esta adición se manifiesta
de manera indirecta, al suplementar una carencia por parte del significado:
al marcar precisamente la manifestación de su existencia-en-
ausencia, como cuerpo escamoteado, como pensamiento interrumpido.
Como el espacio hecho vació de aquello que fue expropiado,
cancelado y expulsado en el procesos mismo de constitución
violenta sobre el que se funda la modernidad.
La condición de subalternidad impuesta por
el proceso de colonización a pueblos, mundos , cosmogonías
y civilizaciones enteras no puede ser resuelto bajo la formas ya
clásicas y caducas del pensamiento critico latinoamericano
que desde la elite y-- en la forma del ensayo critico o ensayo histórico--se
ha organizado bajo un repertorio de metáforas que enfatizan
nociones como encuentro, mestizaje, nación, ciudadanía
o hibridación. Los términos del vocabulario critico
demandan una deconstrucción urgente. Este tipo de formulaciones
son sintomáticas de una posición debilitada y dependiente
en su función como guardianes de las formas de poder local;
intentan conciliar una realidad quebrantada y silenciada en una
versión rosada de la dialéctica, al encubrir y desacreditar
la concatenación de accidentes trágicos y violentos
que son nuestra historia común.
El proyecto de las practicas artísticas
radicales pasa necesariamente—como ya dije—por el gesto
que pone en crisis la historiografía hegemónica, pero
requiere también, un otro gesto, un movimiento que pone en
crisis las formas de critica emblemáticas de la intelectualidad
latinoamericana en su afán ilustrado y hiper-modernista.
Retomando el famoso ensayo de Octavio Paz que Tomas Ruiz-Rivas de
manera preclara a seleccionado para darle nombre a esta serie de
encuentros: los “Signos en Rotación”, marcan
un cambio funcional en la construcción del mundo: su representación
e imaginación. Lo que estos signos inscriben es un movimiento
o acto violento de profunda transformación, que, no podemos
definir o visualizar, mas sin embargo, deberíamos tener la
confianza para conjurar. Los signos en rotación han enloquecido
a la maquina de guerra: los engranajes no se mueven, las ruedas
no andan, alguien jalo el freno de emergencia.
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